Gol en Las Gaunas


Fue uno de esos estadios míticos de la infancia y la juventud de una generación que creció con el fútbol en el transistor, los cromos de cartón y los partidos siempre los domingos a las cinco de la tarde. Nada de consolas, streaming, depilaciones integrales y tatuajes. ¿Somos ratones o el Tato Abadía? ¡Con un bigote y un par! Obreros del centro del campo antes de que cayera la Unión Soviética, modestos aguerridos que enseñaban el culo al Madrid como en Braveheart.

Pero todo eso ya no existe. Se acabó. Ahora el estadio de Las Gaunas es un parque con arbolitos estáticos, como lo es el viejo Sardinero, que mira con recelo al nuevo recinto, a los nuevos tiempos que no son siempre mejores. Somos ya condenadamente viejos, como el Abuelo Cruz, que lo era con veintipocos. Vivir es ver morir, a tipos geniales y a estadios de tu vida que ahora son sólo un recuerdo de hojas que se caen en el otoño eterno.


Resuenan los ecos del gol en Las Gaunas del carrusel constante de mi cabeza. Es un sonido tan musical que precisamente a eso debe su peculiar nombre. En realidad, esa denominación fue motivada por un error, una deformación lingüística casi disléxica. La instalación se edificó en unos terrenos al sur de la ciudad que pertenecían a las hermanas Gaona y que cedieron generosamente para que sus vecinos practicaran deporte. El paso de los años transformó a las Gaona en las Gaunas y nadie se acuerda ya de aquellas hermanas y de su gesto altruista.

La inauguración de aquel estadio tuvo lugar en junio de 1924, un amistoso ante un conjunto francés hoy ya desaparecido, como el propio Logroñés: Vie au Grand Air. Ese mismo equipo galo, que ganó tres campeonatos de su país, jugó en 1919 ante el Racing lo que fue el primer encuentro internacional que disputó el conjunto montañés en Santander.

El nuevo estadio de Logroño fue inaugurado en 2002, aunque comenzó a construirse cuatro años antes. Todavía no le sale pelo en el bigotilllo ni tiene tanto encanto. Lo utilizan los dos equipos de la capital riojana, allí siguen enfrascados en una lucha cainita que casi nadie entiende lejos de la calle Laurel.


El domingo volverá a haber goles en Las Gaunas, pero no serán de Quique Setién, ni del Abuelo Cruz, ni de Alzamendi, Polster o Salenko; ni Eguizabal pagará fichajes con cajas de vino, ni David Vidal gesticulará en el banquillo, nadie lucirá bigote y nada será lo mismo. El domingo volverá a haber épica en Las Gaunas. El domingo volverá a haber goles en Las Gaunas, quizá, con suerte, sean de mi equipo y me importará un carajo ser un poquito más viejo, que no haya bigotes en el césped, que el viejo estadio sea un parque o que el mejicano Cruz ya sea abuelo de verdad.

Fran Díez

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